7 de noviembre de 2013

 Se apagan las luces poco a poco, baja el telón, final del primer acto. Empieza la acción, todo el mundo se mueve por el escenario cambiando la escena, moviendo los muebles, haciendo que todo parezca distinto a como estaba antes.

 Los protagonistas aclaran su voz, beben agua, cambian algo su vestimenta, tranquilos mientras el público comenta el primer acto, la sutileza del mensaje, la belleza de la actriz principal, la delicadeza de la joven promesa y la grandiosa puesta en escena de ese teatro único que estrena su primera obra.

 Todo está dispuesto para que dé comienzo el segundo acto, se abre el telón y suena una música suave, una melodía calmada e inexpresiva de cualquier modo interpretable. Los actores van saliendo a escena poco a poco, todos menos ella, la bella protagonista ha desaparecido. El tiempo pasa, la acción transcurre y no vuelve a escena, ni volverá. Ya no es su obra, ahora es la joven muchacha con talento la que lleva el papel principal ante el asombro de los espectadores que se miran extrañados ante el cambio de ruta.

 –Se comenta que la actriz ha decidido dejar la obra abruptamente – dijo un caballero de bigote prominente – ¡Qué desvergonzada muchacha!

 –Muy desconsiderado, sin duda – añadió una señora que parecía empeñada en quitar el protagonismo al espectáculo.

 –¿Es eso cierto? – añadió un caballero de la fila de delante.

 Y así se fue dispersando por todo el teatro la historia de la bella y maleducada joven a cada vez más exagerada hasta el punto de decirse que había gritado a todos sus camaradas y salido a la calle profiriendo insultos a diestro y siniestro. Pero esto no había ocurrido así, ni mucho menos.

 La joven muchacha simplemente se había dado cuenta de que esa obra no le gustaba, ese teatro no la llenaba, quizá no era lo suficientemente bueno, grande o bonito para ella, quién sabe. Lo realmente relevante es que había dejado el teatro, no importa cómo ni porqué, solo el hecho de querer cambiar de obra, de compañeros, de espacio, pero nadie la juzga, solo la extrañan en silencio .

 Probablemente hayan más actrices, muchos más personajes cambiantes que rodearan a la joven y talentosa muchacha que dejará de ser joven pero nunca talentosa. Ella no abandonará ese teatro nunca, su casa, su público, no lo hará porque en realidad ella es la protagonista de la historia, y ese gran teatro, que un día estrenó una obra con una bella muchacha en el papel principal, es su vida.


A todos aquellos actores que han participado en mi vida,

Gracias 

3 de julio de 2013

Solo una, entre tantas

Suspira. Da un paso al frente y la besa con fuerza.
Ella sonríe no muy convencida.
Él no lo nota, le devuelve la sonrisa y piensa que está enamorado.
Ella se gira y vuelve a casa rápido.
Él la sigue con la mirada, con algo de superioridad.
Ella cierra la puerta, sube a su habitación, se tira en la cama y cierra los ojos.
Él vuelve a suspirar.
Ella se queda dormida en la cama hecha, sin quitarse la ropa ni el maquillaje.
Él decide moverse después de un buen rato mirando el portal esperando a que ella baje con la maleta hecha.
Ella duerme.
Él vuelve a casa, se desviste, se pone cómodo, se hace la cena y se sienta en el sofá a ver la televisión.
Ella duerme.
Él piensa en ella.
Ella duerme.
Él la extraña.
Ella duerme.
Él quiere saber qué está haciendo y la llama.
Ella contesta al teléfono medio dormida.
Él habla.
Ella escucha.
Él le dice que la echa de menos.
Ella se ríe, miente y le dice que ella a él también. Le da las buenas noches, cuelga y vuelve a dormir.

Él la vuelve a llamar, ahora quiere una comida a solas.
Ella tiene planes.
Él intenta parecer distraído y le propone otro día para su plan.
Ella está ocupada.
Él se pone nervioso y le grita.
Ella no responde.
Él se disculpa.
Ella ignora lo ocurrido.

Él lleva esperando un mes una llamada suya, está enfadado.
Ella actualiza las redes sociales cada día, siempre alegre, como es ella.
Él ve sus fotos y siente envidia de la gente que sonríe junto a ella.

Ella lo ve un sábado por la noche, se esconde detrás de sus amigas. Ya no sonríe.
Él la busca como cada sábado por la noche por encima de las cabezas de la discoteca.
Ella consigue evitarlo ese sábado.

Él sigue buscándola por Internet.
Ella lo ha bloqueado.
Él ha conseguido seguir sabiendo lo que hace.
Ella lo ignoraba al principio pero ahora está asustada.

Él la encuentra paseando a su perro y se acerca rápidamente.
Ella pone excusas estúpidas sin mirarlo a los ojos.
Él la golpea.
Ella cae al suelo y empieza a sollozar.
Él se marcha enfadado dándole una patada a un cubo de basura.


Está asustada y él lo sabe. Lo ha rechazado públicamente y él lo sabe. Ha salido con otros chicos y él lo sabe. Se mudó por su culpa y él lo sabe. Se siente importante en su vida por hacerle cambiar tantas cosas, por robarle la sonrisa, por hacerla seria, por hacerla temblar cada vez que está sola, porque sabe que sueña con él y porque tiene una marca en su cuerpo hecha por él aunque sabe que la marca más importante es la que le ha hecho por dentro. Porque solo un machote como él puede hacerle eso a ella.


27 de mayo de 2013

La mía

Dos amantes a cualquier hora, en cualquier lugar, solo necesito verte o recordarte para necesitarte. Solo oírte. Tu tacto perfecto, fino, hace que mis dedos disfruten recorriendo tu cuerpo, lentamente, saboreando cada centímetro como si fuera el último. Desde la parte más alta de ti, bajo lentamente, cuidadosamente, cierro los ojos.
Llego a tu cuerpo, lo que esperaba, eternidad ha pasado ante mis ojos, y te acaricio, por cada rincón, cada fibra de ti es cubierta por mis manos, y tu cintura, estrecha, perfecta. Te abrazo, te acerco a mí y la distancia que nos separaba desaparece.
Cerca, muy cerca. Te acaricio. Suave. Cantas. Te golpeo. Gritas.
Tus cuerdas se unen a mi voz y prometemos juntas palabras.
Porque pase lo que pase, cantemos a quién cantemos, cantamos juntas.
Tu música me reconforta, me hace sentir fuerte, grande, me protege. Lo que digo bajo ella solo lo escuchamos tú y yo. Gritos, lamentos, suspiros. Tú que conoces mis secretos, que me conoces a mí, que me vigilas desde un rincón de la habitación, mirando todo lo que pasa en mi vida, tú que me perdonas si te ignoro durante semanas, tú que me recibes afinada cada vez que necesito desahogarme, tú... tú eres la mía, mi guitarra.



26 de abril de 2013

Egipto en mí.

“Estaba intentando dormir, tumbada en la cama mirando hacia arriba apreciando la bandera que hay en mi techo, cuando algo hizo que abandonase mis pensamientos para regresar al mundo, a la vida. Era un trozo de papel que entró por la ventana como si fuese llevado por alguien, parecía tener vida propia. Pensé que se iba a parar justo encima del escritorio, pero no fue así. Una fuerte ráfaga de aire le dio un pequeño empujón y lo depositó sobre mi vientre. Entonces pensé si realmente quería levantarme y, aunque no era lo que más me apetecía en esos momentos, lo hice. Lo hice porque, como todos sabemos, la curiosidad mató al gato.
Apoyé mis manos sobre el colchón y, poco a poco, mi cuerpo se iba alzando haciendo que el papel misterioso bajase hasta llegar a mi piernas. Cuando ya estaba totalmente incorporada, decidí investigarlo. Lo toqué con desconfianza, porque los papeles ajenos me suelen dar grima ya que han pasado por manos de muchas personas. Entonces, descubrí que era rectangular y muy fino. Era de color amarillo pardo y tenía dibujadas una pirámide egipcia y un león.
-¡Un billete egipcio!-exclamé sin poder evitar mi sorpresa.
Lo guardé en el monedero pero no tardé ni diez segundos en sacarlo para poder saber más cosas de él. ¿Quién lo había tenido? ¿Cómo había llegado a mi casa, a mis manos? Todo me parecía realmente misterioso, pero no pensé en el por qué de nada, simplemente me dejé llevar porque soy de las que piensan que de ahí surgen las mejores situaciones.
Empecé a pensar en lo muchísimo que me gustaría viajar. Poder ir a Alemania y estar horas y horas frente a la catedral de Worms. Permitirme el lujo de ir a Agra, en India, para ver el Taj Mahal. O estar en Egipto y ser consciente de la belleza de la pirámide de Giza.
Me fascinó creer que el billete que ahora mismo tenía en mi manos podría haber estado allí, en manos de otra persona que pudo cumplir aquello que me gustaría llevar a cabo. Tras imaginarme todo un mundo diferente y nuevo al mío, recordé que el billete procedía de la ventana de mi habitación. Así que decidí asomarme y no había nada.
-“¿Qué esperabas?”-dijo mi subconsciente con tono de burla.
Y tenía toda la razón, una ráfaga de viento le trajo aquí, sin destino ni por algún motivo, simplemente suerte. Entré de nuevo a la habitación y antes de meterme en la cama, sonó un ruido fuera. Me metí el billete en el bolsillo trasero de mis pantalones y me asomé a la ventana que daba al patio de luz.
-¡Búh!-Sonó de repente.
-¡Ey!, ¿Qué tal te va todo?-le dije a mi vecino.
-¿Te ha gustado?-me preguntó con una sonrisa en sus labios.
-¿Has..has...has sido tú?-le comenté perpleja.”
Y dos años después, cuando tuvimos ahorrado el dinero suficiente, nos fuimos juntos y solos a Egipto. Y allí, invertí el billete regalado en...
-¡Cariño!, muéstrale el...-pero antes de acabar, su dedo ya nos señalaba.
-Anillo. El mismo que tiene tu madre en su dedo. Porque fue así como conseguí llamar su atención y conquistarla.
Y esta, hija mía, es una de las muchas historias que tu padre me regaló.

Sus quiere desde clase de informática, Naomi.

14 de abril de 2013

Las tapas de un best-seller


 Una chica que admiraba el talento de Bécquer, que envidiaba las bucólicas escenas de Garcilaso de la Vega, que amaba a los personajes de Tamara Mckinley. Una joven que soñaba con viajar, conocer, descubrir e indagar, y que vivía admirando, envidiando y amando libros en lugar de escribir su propio best-seller.

Un día, al volver de la universidad, encontró una extraña carta en su escritorio, un sobre pulcro aunque algo mojado que se cerró con cariño desde un lugar borrado por el agua. Ella entró al comedor y preguntó por el sobre a su madre que, medio dormida, le dijo que lo había encontrado en el buzón. Volvió a su cuarto, cerró la puerta, cogió el sobre y se sentó en la cama. Lo observó con atención. Estaba hinchado por el contenido o quizá era por culpa del agua pero le inquietó profundamente lo que pudiera contener. Lo abrió con un cariño especial, temerosa de estropear lo que había dentro, humedecido también por el agua.

Al abrir el sobre una pequeña sonrisa iluminó su cara. Dentro del sobre en mal estado, perfectamente colocados para sorprender a la persona que abriera aquella carta, folletos, guías, postales y fotografías de los lugares más hermosos tanto para la vista como para el alma. Además, una serie de tarjetas escritas con una letra redonda, bonita, rápida pero precisa. Una fecha, un país, una ciudad. Otra fecha, otro país, otra ciudad. Fechas que distaban desde dos días a dos semanas. Algunas despertaban más su curiosidad, subrayadas con fosforescente rosa resultaban peculiares al resto.

Se fijó en la primera fecha: 15 de junio de 2016. España. Madrid. El Retiro. La siguiente fecha era un día después y parecía ser el inicio de un viaje por todo el mundo. Destinos ricos, pobres, famosos, desconocidos, antiguos, modernos... de todo. Ella sabía de quién era, reconocería esa letra solo con ver el cariño con el que estaba escrita cada grafía, recordaba esa fecha como una promesa, ese sitio como un pacto, lo recordaba todo y por eso sonreía.

En medio de una carrera, en mitad de la construcción de su vida iba a marchar, iba a escapar y a escribir por fin la historia con la que soñó tanto tiempo. Su propio best-seller con personajes a los que amar y entre los cuales por fin aparecería ella. Viajaría a conocer todo lo que se puede conocer, incluso a sí misma. Después de 21 años, al fin sería ella, volvía a despertar aquella joven alocada de los 18 años con sueños y principios, aquella muchacha que soñaba con ayudar a la gente y lograr hacer de este mundo un lugar más justo. Solo tres años habían bastado para hacer olvidar sus sueños, aparcar sus principios y dar paso a una chica apática que distaba mucho de la apasionada joven dispuesta a equivocarse y hacer locuras que había sido.

Miró el calendario, estaba lleno de tachones negros y rojos de los exámenes hechos y por hacer. 2 de junio. El 15 destacaba con un asterisco rápido y preciso, nada especial para que no llamara la atención ajena, aunque para ella llevaba un cartel luminoso. Nunca pensó que llegaría a recibir esa carta. Nunca pensó que se iba a atrever a hacer la maleta, coger sus ahorros y marchar a Madrid. Pero mentiría si dijese que no lo deseaba con todas sus fuerzas. Al fin.

Iniciaron un viaje, a todos los países de la lista, tal y como estaba programado, como estaba escrito en las tarjetas que venían en el sobre y que guardaba con un cariño desmesurado. Llevaban dos semanas viajando cuando se dio cuenta de que seguía desconociendo el motivo de subrayar Tailandia y Ecuador, de marcar con un rosa fosforescente Qatar, Uruguay, India, Egipto, Rusia u Omán. Países preciosos, pero, en algunos casos que tampoco destacaban entre el resto de destinos fascinantes. La intrigaba, pero no lo suficiente como para impedirle dormir o disfrutar de ese sueño hecho realidad.

El tiempo se difuminó, las tarjetas desaparecieron aunque ella las recordaba al detalle de tanto mirarlas. Quizá llevaban un mes recorriendo el mundo, quizá seis, el tiempo llevaba otro ritmo a su lado. Quizá un año o una semana, pero a quién le importa, solo rezaba por que durara para siempre. Pero no lo hizo. Llegó el día en el que debían tomar un vuelo de vuelta a Madrid.

Regresaron a la capital, sus ojos no sabían si llorar o reír. Todo había acabado, pero se sentía afortunada de que hubiera empezado. Así que sonrió con los ojos llorosos y se abrazaron. “Hablamos pronto”. Pero no se apartaron, siguieron abrazándose hasta que llegó el tren. Hasta que tuvo que subir y volver a la rutina, sonriendo como una idiota, pensando en ese viaje a cada segundo. Ese viaje digno de formar parte de su best-seller.


14/04/2013

6 de marzo de 2013

Las chicas estándar


Hace cosa de medio año, durante el verano de 2012 vi el primer ejemplar de esta especie. Desde ese momento fui creando y postulando una serie de principios básicos para pertenecer a este grupo cada vez más común, las chicas estándar.

Seguramente os habréis fijado que ahora muchas de las chicas que van por el mundo comparten rasgos característicos. Bien, esto suele ser debido a modas, tribus urbanas, la publicidad que manipula nuestros gustos, las marcas que imponen prendas bla, bla, bla... No quiero meterme en críticas de este tipo porque sé que este es un blog en el que abunda el buen rollo y esas coselis. El caso, que casi todos vestimos parecido y nos parecemos bastante... Pero lo de estas chicas... Eso no es normal... Tiene que ser una secta, sino no me lo explico.

Son esas chicas que las ves y dices “a esta chica la conozco”, pues no, estás muy equivocado, no la conoces, conoces a las chicas estándar. Ahora bien, ¿cuáles son estas características de las que hablo? Así me gusta, al grano.

Una chica estándar puede llevar muchas clases de ropa pero su uniforme siempre es el mismo. Para la temporada otoño/invierno, informal, TODAS eligen una sudadera, unas mallas negras y unas zapatillas estilo Converse. Para la temporada primavera/verano las estándar eligen vaqueros cortos y camisetas largas. Ahora bien, diréis, “así va todas las chicas, Nuria, incluso tú”. La forma de llevarlo también es importante pero vale, te acepto la pregunta. Bien, tranquilidad, para eso están el resto de características, para diferenciar aun más. Suelen ser altas, pelo liso perfecto y, aunque he visto sin ellas, suelen llevar gafas de pasta de estas modernillas y por supuesto, no puede faltar el kilo extra en maquillaje, solo base, nada de sombra, que hay que dejar algo para la noche (aquí el público masculino se ha perdido).

Bien, durante la investigación que he llevado sobre este tema, y para intentar transmitiros la información lo más contrastada posible he de decir que he conocido de datos muy interesantes sobre las chicas estándar. He conocido que son tontas. Sí, contra todo pronóstico son tontas. ¿Excepciones? Puede. Yo no conozco ninguna. Por supuesto, las chicas estándar aunque sean lo menos peculiar e interesante del mundo despiertan en los hombres un interés especial, y ellas lo saben.

Así es como llegamos al punto cumbre, sabiendo qué y cómo son las chicas estándar están los tipos. Están las estándars consolidadas, que presentan todas las características, saben cómo presentarlas y, como he dicho antes, son las que “te suena su cara”. Luego están las estándars novatas, las chicas que ya van mostrando aptitudes para ingresar en este grupo cuando den el estirón, porque si no eres alta no entras, se siente. Y por último, están las que quizá den más penita de todas, las que creen ser estándar. Y es que hay chicas que cumplen las características, creen ser estándar pero... no lo eres querida, no tienes el flow necesario, se siente.

Y ahora muchas, porque si eres un chico y sigues leyendo esto, ve a mirartelo porque, o te aburres exagerado o Naomi te ha amenazado y lo haces por tu vida. Sigo, y ahora muchas pensais, “Ostras! Una nueva tribu de gente con flow, gafas modernillas y que triunfan... ¿Dónde hay que apuntarse?” pues... si piensas eso... FUERA DE MI BLOG, PUTA TRAIDORA!

Si este blog tuviera mucha repercusión nunca me atrevería a escribir esta entrada, no vaya a ser que se propague la moda esta de mierda que, en realidad, he de decir que me divierte mucho. Propongo una cosa, que juguemos todos a “estándar a la vista” (derechos del juego reservados a El chufo sexy), de momento gano yo.

18 de febrero de 2013

Diario de una adolescente feliz.


No todos los días son malos.
Suena el despertador. Decido aporrearlo porque estoy cansada de ese pitido infernal. Ya no suena. “Pipipipí-pipipipí”…le había dado a aplazar.
Salgo de la cama de un salto, con ganas de comerme el mundo (aunque luego pienso que es demasiado grande) Piso el frío suelo, visto mis pies con las zapatillas. Enciendo la radio, y comienzo a deslizar la ropa por mi cuerpo. Ya me he vestido, peinado y arreglado…es hora de salir a la calle. El viento golpea mi cara, pero no me importa. Es más, me agrada. Cierro los ojos y noto libertad pero por poco tiempo. Entro al instituto y es ahí cuando veo a cientos de personas, que como yo, tendrán que soportar un largo día. Pero hoy es diferente, es un día en el que el instituto no me espera, yo soy la que le anhela a él. Raramente me llevan mis padres al insti en coche, y visto lo visto, prefiero ir yo sola. Se para el motor, baja mi hermano y después le sigo yo. Nos despedimos y él entra, pero yo hoy no lo haré. Ni mañana, ni pasado, ni al otro. Veo como todos entran resignados, medio dormidos algunos, optimistas otros…Y yo esperando. Poco antes de que tocase el timbre llega Lorena, una gran persona que, por suerte, hay en mi vida. Y cuando me ve se para, mira al suelo, vuelve a dirigir su ángulo de visión hacia mí, y me abraza. Me abraza con tal fuerza que siento miedo de lo que pueda llegar a pasar después. Hablamos un rato y se va. Me deja sola, sola conmigo misma. Ya ha sonado el timbre y mi padre arranca el coche, este empieza a sonar, pero es entonces cuando abro la puerta y le digo: “¡Páralo! Todavía tengo que despedirme de alguien. Y, justo entonces, la veo. Con esos pantalones cortos y las medias negras por debajo, y las converse rojas con una cordonera de cada color.
-¡Nuria!-le digo para que me vea.
Hablamos un rato, y nos despedimos en un gran abrazo. Ahí siento pena. No sé porqué pero me entran ganas de mandarlo todo a freír espárragos y de irme con ellos a clase. Pero no puedo. Ya han entrado todos. Miro a mi padre, y le digo: “Ahora. Ahora podemos irnos.”
Ahora empieza realmente la ventura. Unos cuarenta y cinco minutos de espera en coche con música realmente buena, y después, nada. Llegamos a lo se convertirá en los próximos 12 días en mi rutina.

15 de febrero de 2013

Aprender aprendiendo.


Queridos chuferos sexy´s, hoy me he levantado con ganas de crear una nueva “sección”. Como bien sabéis, esta ya es la segunda que pongo en marcha (ver la primera, DIARIO DE UNA ADOLESCENTE FELIZ)…no como Nuria y Sandra. EJEM.
         Pues bien, este apartado se llamará Aprender aprendiendo, y su objetivo principal será dar a conocer una serie de palabras, que a mi parecer son curiosas en su naturaleza, y comentarlas. Respecto a lo de comentar, también vosotros podéis dejarnos comentarios abajo. Empecemos…
         1. Pordiosero: Dícese de la persona que pide limosna.
         -Ems…esto…¿De verdad que era necesario juntar tres palabras para hacer una? ¿En serio? Quiero que seáis conscientes de que este fenómeno se pone en vuestra contra a la hora de hacer una redacción de 150 palabras, por ejemplo…ahí lo dejo caer. Además, si dijeses que tiene algo de sentido pues…vale, lo acepto. Pero es que carece de ello totalmente. Vamos a ver, se supone que me tengo que creer que pordiosero es aquel que pide limosna. O sea, ¿me estás diciendo que pordiosero es una palabra más bien tirando para religiosa, se supone que Dios está en contra de las injusticias y quiere que todos seamos iguales, y la utilizas para designar a una pobre persona que no tiene ni para comer? Venga, hombre…
         2. Repanocha: Expresión con que se juzga a alguien o algo extraordinario por bueno o por malo, absurdo, etc.
         -JAJAJAJAJA, esta palabra ya sí que es la cúspide. Como ya sabéis, yo soy una gran fuente de sabiduría y, por ello, os voy a explicar el origen de dicho término. Todo se remonta a unos 200 años atrás. Era un día de verano, caluroso y con trabajo en el campo. La población se ganaba la vida gracias al cultivo de panochas. Entonces, Adelaida (una joven trabajadora, revolucionaria e  inteligente) decidió recoger muchas panochas en lugar de una sola que era lo permitido. Cuando esta llegó a su casa, sus padres le dijeron: ¡Esto es la repanocha! ¡No tendremos que trabajar más! Y es de ahí, de donde precede su connotación positiva. (P.D.: El Chufo Sexy no se hace responsable de la veracidad de sus fuentes para dar a conocer un origen histórico. Para más información, consultar diversas fuentes)
         3. Repelús o repeluzno: Escalofrío. Miedo o repugnancia.
         -Y por último, pasamos a comentar esta palabra. A ver, repelús es una palabra curiosa y muy extendida, lo admito. Pero, a partir de ahora me voy a encargar personalmente de darle la fama que se merece al término “repeluzno” O sea, esta última es mil veces más graciosa que repelús. ¿Cómo responde la gente ante sus usos? ¡Uish, qué repeús! (si dices esto la gente piensa: ¿Ya esta quejándose otra vez el pesado este?)/¡Uish, qué repeluzno! (JAJAJAJAJA, ¡puf! Tío, eres bueno. ¿Has pensado en dedicarte al mundo del humor? Por cierto, ¿quieres una mantita para que no te dé más frío?)
         Bueno, creo que por hoy ya está bien la cosa. Supongo que haré tres palabras por entrada, y si comentáis…¡cuatro!
Sus quiere, Naomi.

San Valentón


                Bueno, bueno…ayer fue 14 de febrero, y todos sabemos por qué fue importante, ¿no? ¡Porque es el día de después del 13 de febrero!-dirá alguno (Y mira, yo lo veo como un argumento de mayor peso que decir que es el día de los enamorados)
                ¿Qué pasa? Que el 14 estás enamoradísimo y ya el 15 se te pasa, ¿no? Es un…
14 de febrero
+Cariño, te amo. Eres lo más importante de mi vida. (Introducir día y primera letra del mes en mayúscula sin espacio entre ellos) Siempre juntos… (Y otras horteradas)
-Yo también, mi vida. Nunca nos separaremos.
15 de febrero
+Yeeh!
-¡Hola! (acompañado de un besito para cumplir)
                Pues bien, respecto a mi punto de vista creo que es un día como los demás. No tiene nada de especial porque en este, al igual que otros, tienes que demostrarleS a laS personaS que quieres todo aquello que te hacen sentir. Y pongo las S´s en mayúsculas no porque ahora me haya dado el puntazo de ser choni (creo que ya dejé bastante claro lo que opino de ello) sino porque no solo hay que decírselo a la pareja sentimental. También cuentan los amigos, los familiares…
                Y claro…luego está el imprescindible, el inmejorable y divertidísimo…San Solterín (habrá algún listo que diga: San Solterín no es correcto porque “solterín” no es el antónimo de “Valentín” mientras pone una voz realmente remilgada…Ems…Pues te inventas tú uno, ¿vale? Que yo con mi horterismo soy feliz) Eso sí que es un día para recordar. Ves a tus amigos con pareja darse el lote y piensas: “¡Uf! Menos mal que esa no soy yo, porque me gustaría conservar mi boca y que no fuese absorbida por una ajena”. O también reflexionas: “Si no me han regalado bombones será porque me viene bien hacer dieta” Y, por último, el pensamiento de: “No he recibido ninguna carta. Y gracias a Dios, porque estoy tan atareada leyéndome (número inexistente) de libros para el instituto…” Y esto es así, amigos. Un día cruel para los sentimentales solterones, divertido para los solteros de oro, y memorable para los enamoradizos.
                Y, como os habréis fijado en el título, he puesto “San Valentón” Pero no es una falta de ortografía… ¡no! Está escrito así adrede, porque a día de hoy a que tener un buen par de…neuronas para pedirle salir a un/a chic@. ¿Qué puede pasar?
                     1. Que te diga que sí: Muy bien, muy bonito todo. ¡Anda, mira! Un árbol rosa. A ver cuánto duráis, majetes…
                     2. Que te diga que no: ¡Puaf! Preferimos mil veces un tortazo a esa patada al corazón que se extiende hasta el estómago. A mí nunca me ha pasado (porque mis neuronas patinan, llámame loca) pero por lo que he visto…duele. Y, por supuesto, luego recuerdas todos los San Valentines como el día en el que te rechazaron. Triste y penoso. Lo sé.

Pero bueno, esto es una costumbre como otra…y una se tiene que callar y desear que el día acabe lo antes posible para no tener que aguantar y ver a todas esas parejas magreándose e intentando demostrar lo felices que son ese día para luego dar a entender lo contrario.

Espero que este día haya sido de vuestro agrado…y a ver si el año que viene hay más suerte y escribo una entrada empalagosa de esas que dan asco leer (eso sí, sin numeritos y esas cosas…que una tiene sus principios)

Sus quiere, Naomi.

7 de febrero de 2013

Canaval, te quieroooo

El carnaval es una bonita época llena de alegría, inocencia y disfraces... Cuando era pequeña, en mi colegio se organizaba un desfile para enseñar la capacidad creativa de cada alumno. Y después de 9 años en estos recitales he conseguido separar a los elementos que se ven en ellos en varias categorías:

Estaban los niños que siempre se disfrazaban igual. Todos los años, el mismo disfraz de princesa o de ninja... Estos no se complicaban mucho la verdad.

Estaban los que llevaban disfraces normales que no destacaban (entre los que me incluyo). Llevaban disfraces comprados de cosas tan inocentes como payaso, personaje de cuento, animal, etc. Estos no tienen más misterio, simplemente intentan pasar desapercibidos y con la menor humillación posible.

Estaban los que siempre la petaban este día, porque unos la petan en convenciones de belleza, otros en concursos de redacción, otros en los deportes y otros en carnaval, cada uno destaca en lo que puede, ¿vale? El caso es que estos solían llevar disfraces de lo más currado. Cosas cotidianas que se convierten en asombrosas cuando alguno de ellos intenta convertirlo en un disfraz. Desde mochos, pasando por duchas o un plátano... ¡UN PLÁTANO! ¡Con un par! ¡Olé tú!

Luego estaban las viejas glorias, esos de los que siempre se esperaba mucho porque un año escogieron un disfraz que la petó. Todos pensaban que sería un nuevo rompedor de Carnaval... pero no, era una vieja gloria .

Luego estaban unos que me encantaban. Sobre todo durante los últimos años de colegio, observé una nueva moda que se estaba extendiendo entre los más mayores del patio. Esta asombrosa moda consistía en disfrazarse del sexo contrario. Así, he visto a chicos vestidos de mujer y a chicas de hombre. Tuvo su época, pero al año siguiente ya lo consideraba un disfraz de vieja gloria.

Y por último estaba esa gente que no sabría si considerarla cobarde o inteligente por lo dicho anteriormente... La gente que no se disfrazaba o decía cosas como "yo voy disfrazado de mí". ¡Así te ahogues con tu baba, por egocéntrico!


Niños y no tan niños que hacen el ridículo por la calle, maravilloso Carnaval porque... ¡¡qué más da!! Por un día que podemos pasar de convenciones sociales y justificar todo lo que nos ponemos la excusa de Carnaval... ¿por qué no aprovecharlo?
Así que, cuando llegue el momento, elige un gran disfraz que la pete, porque si hay un día en el que puedes llevar lo que te dé la gana, ese día es Carnaval.  

31 de enero de 2013

Hazte tú mismo.

Érase dos veces, la historia de una joven que ansiaba con todas sus fuerzas y con las del resto del mundo vivir. Sentir todas las experiencias posibles y recordarlas era la meta de su vida. Se miraba en el espejo, y se veía a ella sin sustancia, sin esa esencia que nos hace únicos. El pintalabios rozaba su boca, repartía el producto con los dedos y juntaba ambas partes de sus labios. Se lo mordía, se veía irresistible. Ahora era el turno de los ojos. Esos ojos profundos, abiertos y llenos de experiencia, de dolor y de alegría. Se los delineaba sin excederse, se ponía rímel y con ese instrumento que da más miedo que confianza, se rizaba las pestañas. Colocó dos pendientes en sus diminutas orejas. Respecto al pelo no sabía qué hacer con él. ¿Lo dejaba suelto o recogido? No importaba, de las dos formas sería una joven tremendamente sexy. Pero optó por la libertad y dejó su melena suelta, permitiendo que el aire que entraba por la ventana lo acariciase, que desplazase el olor de su mascarilla afrutada. Era el momento de ponerle banda sonora a la situación. Pulsó el botón de la radio, hizo un ruido raro pero en seguida localizó lo que buscaba. Una música que le transportase a ese su mundo, un mundo en el que ella no era ella. Allí era una persona segura, digna de admirar e inimaginablemente sensual. Con la melodía saltaba, bailaba, cantaba…ansiaba ser feliz y cada vez con más facilidad se olvidaba de todo. Solo quería disfrutar de esos instantes. Breves pero intensos, eso era lo que ella buscaba. Sudaba debido al gran esfuerzo que hacía, a las ganas que le ponía a sus movimientos, a sus actuaciones frente a ella misma. Una gota de sudor le cayó en la frente, se limpió y siguió a su tarea. Las gotas empezaron a deslizarse por su espalda, sus piernas y su vientre. Ya se estaba cansando de lo que hacía, así que decidió darse una ducha y desconectar.
A la mañana siguiente tocaba ser la chica que todos conocían. La muchacha tímida, insegura e incluso algo borde. Pero ella en realidad no era así, sus amigos lo sabían. Lo que pasaba es que tenía miedo de que la gente le conociese demasiado, que llegasen a saber sus puntos débiles y que pudiesen atacar donde más duele. En el corazón. Ella no estaba dispuesta a arriesgarse, por lo que siempre que salía a la calle se rociaba con su perfume, rodeaba su fino cuello con un pañuelo informal y se ponía el caparazón que le permitía aislarse del mundo siempre que quisiese. Lo hacía pocas veces, pero lo empleaba. ¿Quién de las dos era la verdadera adolescente? ¿La que brincaba en su habitación sintiéndose libre y viéndose apetecible o la que se encontraba todo tipo de defectos en cuanto pisaba el suelo de la calle? Quería pensar que la primera, porque era así también con sus amistades y familiares. Temía convertirse en una persona aburrida, sencilla, de color apagado… Esa era una de sus peores pesadillas. Por eso día sí, día también le plantaba una sonrisa a la vida. Un sonrisa que demostraba desafío, intelecto y… ¿por qué no? Todo aquello que se le pasase por la cabeza.
No dejes que la gente te haga. Hazte tú mismo.
Colorín colorado, este cuento NO ha acabado.
Sus quiere, Naomi.

26 de enero de 2013

La caja de música


En un caja de cartón, en un desván de una pintoresca casa de los jardines de una ciudad verde y bonita, escondida debajo de viejas revistas, una cuidada caja de música hecha a mano. Bonita por fuera, con detalles preciosos que hacían de su exterior un trabajo casi perfecto. Se notaba antigua, pero las revistas habían cumplido una función improvisada y habían protegido a la caja de música del polvo y los posibles insectos.

En esa bonita y verde ciudad, en esa pintoresca casa, cuyo desván escondía la maravillosa caja de música vivía un muchacho. Un joven de unos 20 años, nada especial. Mediocre en los estudios, algo tímido pero simpático, alto, moreno y con cara de niño. Un día, el joven conoció a una muchacha. Una chica guapa, inteligente, agradable, dulce y algo tímida, como él. Se conocieron, poco a poco, sin saberlo, sin pensarlo, disfrutando inocentes de cada momento.

Un día, los muchachos se quedaron a solas en la pintoresca casa de la bonita y verde ciudad, y decidieron pasar el día en el desván para sentirse aislados del mundo. Ella, curiosa, buscaba entre las cajas de cartón un tesoro, algo material, algo que quizá en una tienda de segunda mano tuviera el valor suficiente como para que ambos no trabajasen nunca. Encontraron la caja de música. Ningún valor material, no valía nada. Él se quedó observando detenidamente la caja, embelesado. Ella la miró fijamente y quedó prendada también de su belleza. Se miraron y como arrastrados por una fuerza ambos se fundieron en un dulce beso.

Los días que siguieron al beso fueron los más felices de sus vidas. Ambos estaban enamorados, vivían para el otro, sentían por el otro cosas que jamás imaginaron. Un amor jamás visto había surgido de pronto en sus corazones. Ambos habían vivido amores, habían sentido mariposas en el estómago con otras personas pero nada así. Se amaban tanto que se sentían la misma persona.

Después de dos meses, después de 61 días de intenso amor, de una relación cuyo final, a ojos de los enamorados, nunca llegaría, los jóvenes decidieron volver a subir al desván. Ella tenía un sueño recurrente, todas las noches desde hacía dos meses. Todo oscuro, una voz de mujer le decía que no podía abrir la caja de música, que pasara lo que pasara no la abriera, un destello de luz e imágenes de él y ella paseando por los hermosos jardines de la bonita y verde ciudad.

Subieron al desván, buscaron la vieja caja de música, la sentaron junto a ellos, compartieron besos y abrazos a su lado, al lado de la caja que había encendido su amor y cuyo contenido inquietaba a ambos. Tumbados boca arriba, contando los trozos de madera que habrían hecho falta para construir aquella pintoresca casa, ella le besó de nuevo y le susurró al oído unas palabras. Él la miró extrañado y preguntó por qué. Ella contestó con un beso más largo e intenso y él cedió. Ambos se incorporaron y acercando la caja de música, cuyos secretos seguían sin ser descubiertos, volvieron a repetir el proceso. Miraron la caja fijamente, luego se miraron mutuamente y se besaron. Él, harto de perder la cabeza cada vez que veía la caja, intentó abrirla pero estaba cerrada. Ella suspiró, se incorporó y comenzó a buscar en la caja de las viejas revistas donde la encontraron. Al fondo del todo, solo una carta.

Ella se sentó a su lado, le quitó la caja de música, le acarició para calmarle y le cedió la carta. Parecía una carta de amor, por la letra, probablemente de una mujer. Un sobre morado, con un matasellos de 1920, dentro algo de metal. Cuidadosamente abrió el sobre, cogió la llave que escondía y abrió con ella la caja de música. Empezó a sonar una dulce melodía y dentro un broche. Un broche de oro, un broche que les permitiría vivir a ambos tres vidas acomodadas sin necesidad de trabajar, solo preocupándose de amarse como nadie lo había hecho antes.

Él gritó, levantó a la muchacha del suelo y le dio vueltas con la mayor cara de felicidad jamás vista. Ella sin embargo se mantenía seria. La bajó, y comenzó a hacer planes para su futuro juntos. Ella volvió a coger la carta y siguió leyendo aquella cuidadosa letra, aquel misterioso papel que expresaba lo que sentía, que le obligaba a hacer frente al hecho más duro que jamás le sucedería.

Os quisisteis como nadie lo había hecho nunca, enamorados por una caja de música. Compartisteis los momentos más dulces de vuestras vidas gracias a ella, pero te dije que no la abrieras. Ahora te sientes vacía, ahora no lo quieres, te parece mediocre, no estás enamorada. El amor se ha esfumado, el amor que guardaba mi caja de música.
Ahora que conoces el amor verdadero y lo has perdido, disfruta de la melodía, se esfuma en el recuerdo como lo hace el amor.

Ella, con la carta en la mano todavía, se levantó y se marchó, para siempre.

Él asumió el hecho de que ella no lo quería, pasó página, se casó y tuvo dos hijos sin volver jamás a subir a aquel desván ni a ver aquella caja y, por supuesto sin entender porqué aquel día, ella se fue. Intentó encontrarla pero fue demasiado tarde, nadie volvió a verla por la bonita y verde ciudad. Él jamás leyó la carta. Vendió el broche y compró una casa en un bonito lago donde vivió con su mujer hasta los 82 años. Murió feliz.

Ella lloró, para siempre. Lloró toda su vida incluso cuando sus ojos se habían secado. Lloró durante 70 años, durante tres matrimonios, durante el parto de cuatro hijos, todas las noches de su vida. No había perdido al hombre de su vida, había perdido el amor verdadero. Y todas las noches, antes de dormir, metódicamente preparaba un café, salía al porche de su flamante casa, abría la caja de música y se sentía, sin entender por qué, feliz.

24 de enero de 2013

Diario de una adolescente feliz.


Me considero una chica bastante fuerte. Durante mi estancia no derramé ni una lágrima de dolor. ¿Acaso serviría para algo? Todo el sufrimiento lo llevaba por dentro. Abandonadas, la soledad y yo estábamos en mí. Ni un solo día estuve sola, todos ellos estaba mi madre conmigo. Y era ella la que lloraba por las dos, porque no podía verme en esas condiciones. Sufría como una madre que ve a su niña pasar por malos momentos, pero eso era lo que aún me daba más fuerzas.
-¿Te duele mucho?-me decía entre sollozos.
-Ni te lo imaginas. Nunca había experimentado un dolor de tal magnitud. Pero pasaré, dentro de poco no me tendrás que ver con estos pelos, ni la bata semitransparente.-Le contesté.
Ella reía mientras moqueaba. Le salieron heridas en los ojos de tanto llorar y en la nariz de tanto sonarse.
No lloré de dolor, lo prometí antes de entrar. Pero lo hice en dos ocasiones cuando recibí las llamadas de mi amigos. Recuerdo que fueron llantos de anhelo, de ganas de saltar y reír con ellos. La primera de las llamadas que me llevó a mi mundo real fue la de mi mejor amiga desde la infancia. Cristina.
Ella es la chica por la que tenía que sonreír al otro lado del teléfono, por la que le quitaba importancia a la situación. Fue su madre la que habló primero con la mía, e insistió en que Cristina por lo menos, escuchase mi voz, que me echaba de menos. Yo no quería, sabía lo que iba a suceder si aceptaba, como si de una predicción se tratase. Pero quería escucharla y que me escuchase, la necesitaba ahora más que nunca.
-¿Naomi?-susurró ella.
Recuerdo perfectamente que iba a entrar al aseo con la máquina que regulaba mis latidos (que hacía un pitido realmente propio de hospital), con los medicamentos que colgaban y que querían ansiosos entrar en mí mediante la vía. Como los odiaba. También iban conmigo las ganas de vivir y de recuperarme y el miedo a que llegase el momento de verme en un espejo. De enfrentarme a la realidad.
-¡Cristina!- dije aguantando el llanto.
-¿Cómo estás?-preguntó arrepintiéndose un poco posteriormente por su tono de voz.
-Fatal, tía. Me duele to...- ya no podía más. Quería tenerla aquí, verla cantar conmigo (que irónico era pensar eso cuando apenas podía respirar con la mascarilla de oxígeno en la cara)
Hablamos poco tiempo pero eso me ayudó a pasar una de las mejores noches en el hospital. No podía dormir ninguna porque el dolor era infernal, pero con cosas como esa todo era mucho más sencillo.
Cuando pude sostenerme en pie sin marearme ni caerme, visitaba a los enfermos y descubrí una sala que daba a la calle. Dejaban las ventanas al desnudo a una ciudad que me hubiese gustado conocer en otras condiciones, aunque no me arrepiento de nuestra presentación.
Desde clase de informática, con amor.
Sus quiere, Naomi.

P.D.: Continuará...

23 de enero de 2013

Sinética

        Una manada de gorilas llamada Magoralis, gobiernan una isla subterránea, y no se puede decir que sea una isla cualquiera, no es más ni menos que una maraca del tamaño de una montaña. Tras el paso de los años la vegetación la ha cubierto, impidiendo ver su aspecto original. A veces los terremotos azotan el lugar, lo que provoca un sonido musical en ellas, el cual hipnotiza a la manada.

         Un día, un pollo al que llamaban Pollozuelo, se aventuró a explorar los laberintos que comunicaban con su pozo. Dado que se había caído en él y no podía volver a subir. Pero a lo largo de su travesía, tuvo que tomar varias decisiones difíciles, como elegir entre un pasillo de chocolate o uno de turrón. Eso sí, el pollo al ser corto de entendimiento, no se preguntó siquiera por qué habían pasillos hechos de comida, simplemente elegía el que más le apetecía y mientras lo recorría, picoteaba el suelo a su paso y se decía a sí mismo: “ si no como ahora, quién sabe cuando volveré a comer”. Es decir, a travesó el laberinto guiado por su sentido del gusto, el cual, curiosamente le ayudó a encontrar la salida de él. Pollozuelo, en vez de alegrarse, se entristeció al pensar que ya no habría más caminos de comida. Lo que él no se esperaba cuando alzó la vista, era encontrarse con un lago de pintura con su monstruo del lago Ness. Un gusano de un kilómetro de  largo, con patas en forma de brazos humanos que utilizaba de remos, a primera vista. Parecía una golosina gigante, el sueño de todo pollo como Pollozuelo. No se lo pensó dos veces cuando el gusano se acercó a la orilla, dio un salto olímpico hacia él, y clavó su afilado pico en la aparente y deliciosa chuche gigante. Pobrecito de él, al descubrir que aunque era comestible, su piel era picante a un nivel inimaginable. Pollozuelo, salto al “agua” descubriendo en ese mismo momento que la pintura contenía somníferos que te hacía soñar con toda gama de colores. Cuando se despertó, se sintió tan pequeño rodeado de enormes gorilas peinados al estilo caniche, dándose tal susto que su pío se convirtió en un grito que enamoró a los gorilas por su musicalidad. Desde ese entonces, los Magoralis lo tomaron como su fetiche, lo mimaron y se sacrificaron por sus mandatos.

         Lo que ninguno sabía, era que en dicho sitio, el tiempo no existía, estaba parado como un reloj sin agujas. Y menos se imaginaba Pollozuelo, que mientras los gorilas-caniches le satisfacían sus deseos (sobre todo estomacales), su amiga la polla llamada Dura la Exploradora se encontraba llorando en el mismo lugar en el que había caído. Este pollo femenino era la prometida de Pollozuelo, y el mismo día de su desaparición era la celebración de la boda. Es verdad que el matrimonio era concertado, pero Dura la Exploradora se sentía atraída a Pollozuelo desde la primera vez que lo vio. Él se estaba columpiándose a la vez que intentaba comerse una miga de pan que había quedado entre sus dedos. Raro pero absolutamente romántico para ella.

         A diferencia de Pollozuelo, Dura no pensaba que camino tomar según el sabor, sino aprovechó que las paredes eran de comida y en cierto modo, frágiles, para hacerles boquetes en ellas con sus patitas. Por lo que rápidamente “encontró” la salida. Entonces, se vio al gusano-gominola y de un modo misterioso, la polla hizo que el gusano la llevara a la isla sin protestar.

Al llegar, vio a Pollozuelo acostado en una hamaca tomando el “sol” mientras dos gorilas le abanicaban con hojas de palmera y otro le ofrecía una bandeja con múltiples bebidas.  Dura se enfado tanto que empezó a piar y a piar dirigiéndose al pollo quien salto del susto al verla, a diferencia de los tres gorilas que se hipnotizaron por su gran belleza y habladuría musical.

Imaginaros lo que ocurrió después.

Los Magoralis, expulsaron de la isla Pollozuelo y proclamaron a Dura la Exploradora como su nuevo fetiche. El pollo femenino, no dudó en aceptar, como venganza a su ex prometido, por todo el sufrimiento causado. Tras eso, pasaron años y años, Dura ya cansada de su vida aburrida como fetiche escapó de la isla e intentó volver a su casa. Por el camino se encontró a Pollozuelo, que se había comido casi todo el laberinto, al verlo sus sentimientos amorosos volvieron en un visto y no visto. Cogió un trozo de turrón y se acerco a él y dijo: “Por este trozo de turrón, ¿prometes convertirte aquí y ahora en mi marido el gallo?” y Pollozuelo contesto: “Sí, lo prometo, mi gallina de turrón”.

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Este minicuentecito es una muestra de sinéctica, una forma de expresar originalidad combinando cosas que en sí mismas no tienen relación alguna.
Espero que haya sido de vuestro agrado,
un beso, Sandra!

Me gusta echar crema, de mayor seré cremallera.

No tengas prisa por crecer. Dicen que hacerse mayor es empezar a darse cuenta de que las cosas no son tan sencillas como el resto del mundo las pinta, pues bien, y yo me he preguntado siempre… ¿Por qué? ¿Por qué no pueden serlo? ¿Por qué tenemos que hacerlo siempre todo tan complicado? ¿Por qué nos mienten cuando somos niños? ¿Por qué no nos lo hacen saber desde el primer momento? Que nos enseñen a vivir, que nos digan la verdad, que nos cojan de la mano y nos digan: ¡Oye niño! El mundo que te espera no es nada fácil, no todo es amistad y amor como en los cuentos, el mundo que está esperándote ahí fuera será tan complicado como tú quieras hacerlo y te tratará mal si se lo permites, y desde ahora vas a tener que enfrentarte a él. ¿No creéis que todo sería mucho más sencillo si desde peques nos dijesen que tenemos que mover ficha en el mundo? Esto es lo que busco, la sinceridad. El saber que le gustas a un chico, que todo será diferente, que llevas la etiqueta por fuera… ¡no sé! Puede que sea vergonzoso pero si te avisan con tiempo te ahorras una gran cantidad de situaciones incómodas a lo largo de tu vida. Sí, de TU VIDA. Esa vida única por la que pasan personas que siempre nos dejan algo suyo y se llevan algo nuestro.
Aprovéchala haciendo aquello que más quieres…ya que no sabemos que nos espera. Lancémonos a la aventura, así lo descubriremos por nosotros mismos.
La vida no consiste en esperar a que pase la tormenta, consiste en aprender a bailar bajo la lluvia.
Sus quiere, Naomi.