24 de enero de 2013

Diario de una adolescente feliz.


Me considero una chica bastante fuerte. Durante mi estancia no derramé ni una lágrima de dolor. ¿Acaso serviría para algo? Todo el sufrimiento lo llevaba por dentro. Abandonadas, la soledad y yo estábamos en mí. Ni un solo día estuve sola, todos ellos estaba mi madre conmigo. Y era ella la que lloraba por las dos, porque no podía verme en esas condiciones. Sufría como una madre que ve a su niña pasar por malos momentos, pero eso era lo que aún me daba más fuerzas.
-¿Te duele mucho?-me decía entre sollozos.
-Ni te lo imaginas. Nunca había experimentado un dolor de tal magnitud. Pero pasaré, dentro de poco no me tendrás que ver con estos pelos, ni la bata semitransparente.-Le contesté.
Ella reía mientras moqueaba. Le salieron heridas en los ojos de tanto llorar y en la nariz de tanto sonarse.
No lloré de dolor, lo prometí antes de entrar. Pero lo hice en dos ocasiones cuando recibí las llamadas de mi amigos. Recuerdo que fueron llantos de anhelo, de ganas de saltar y reír con ellos. La primera de las llamadas que me llevó a mi mundo real fue la de mi mejor amiga desde la infancia. Cristina.
Ella es la chica por la que tenía que sonreír al otro lado del teléfono, por la que le quitaba importancia a la situación. Fue su madre la que habló primero con la mía, e insistió en que Cristina por lo menos, escuchase mi voz, que me echaba de menos. Yo no quería, sabía lo que iba a suceder si aceptaba, como si de una predicción se tratase. Pero quería escucharla y que me escuchase, la necesitaba ahora más que nunca.
-¿Naomi?-susurró ella.
Recuerdo perfectamente que iba a entrar al aseo con la máquina que regulaba mis latidos (que hacía un pitido realmente propio de hospital), con los medicamentos que colgaban y que querían ansiosos entrar en mí mediante la vía. Como los odiaba. También iban conmigo las ganas de vivir y de recuperarme y el miedo a que llegase el momento de verme en un espejo. De enfrentarme a la realidad.
-¡Cristina!- dije aguantando el llanto.
-¿Cómo estás?-preguntó arrepintiéndose un poco posteriormente por su tono de voz.
-Fatal, tía. Me duele to...- ya no podía más. Quería tenerla aquí, verla cantar conmigo (que irónico era pensar eso cuando apenas podía respirar con la mascarilla de oxígeno en la cara)
Hablamos poco tiempo pero eso me ayudó a pasar una de las mejores noches en el hospital. No podía dormir ninguna porque el dolor era infernal, pero con cosas como esa todo era mucho más sencillo.
Cuando pude sostenerme en pie sin marearme ni caerme, visitaba a los enfermos y descubrí una sala que daba a la calle. Dejaban las ventanas al desnudo a una ciudad que me hubiese gustado conocer en otras condiciones, aunque no me arrepiento de nuestra presentación.
Desde clase de informática, con amor.
Sus quiere, Naomi.

P.D.: Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario