18 de febrero de 2013

Diario de una adolescente feliz.


No todos los días son malos.
Suena el despertador. Decido aporrearlo porque estoy cansada de ese pitido infernal. Ya no suena. “Pipipipí-pipipipí”…le había dado a aplazar.
Salgo de la cama de un salto, con ganas de comerme el mundo (aunque luego pienso que es demasiado grande) Piso el frío suelo, visto mis pies con las zapatillas. Enciendo la radio, y comienzo a deslizar la ropa por mi cuerpo. Ya me he vestido, peinado y arreglado…es hora de salir a la calle. El viento golpea mi cara, pero no me importa. Es más, me agrada. Cierro los ojos y noto libertad pero por poco tiempo. Entro al instituto y es ahí cuando veo a cientos de personas, que como yo, tendrán que soportar un largo día. Pero hoy es diferente, es un día en el que el instituto no me espera, yo soy la que le anhela a él. Raramente me llevan mis padres al insti en coche, y visto lo visto, prefiero ir yo sola. Se para el motor, baja mi hermano y después le sigo yo. Nos despedimos y él entra, pero yo hoy no lo haré. Ni mañana, ni pasado, ni al otro. Veo como todos entran resignados, medio dormidos algunos, optimistas otros…Y yo esperando. Poco antes de que tocase el timbre llega Lorena, una gran persona que, por suerte, hay en mi vida. Y cuando me ve se para, mira al suelo, vuelve a dirigir su ángulo de visión hacia mí, y me abraza. Me abraza con tal fuerza que siento miedo de lo que pueda llegar a pasar después. Hablamos un rato y se va. Me deja sola, sola conmigo misma. Ya ha sonado el timbre y mi padre arranca el coche, este empieza a sonar, pero es entonces cuando abro la puerta y le digo: “¡Páralo! Todavía tengo que despedirme de alguien. Y, justo entonces, la veo. Con esos pantalones cortos y las medias negras por debajo, y las converse rojas con una cordonera de cada color.
-¡Nuria!-le digo para que me vea.
Hablamos un rato, y nos despedimos en un gran abrazo. Ahí siento pena. No sé porqué pero me entran ganas de mandarlo todo a freír espárragos y de irme con ellos a clase. Pero no puedo. Ya han entrado todos. Miro a mi padre, y le digo: “Ahora. Ahora podemos irnos.”
Ahora empieza realmente la ventura. Unos cuarenta y cinco minutos de espera en coche con música realmente buena, y después, nada. Llegamos a lo se convertirá en los próximos 12 días en mi rutina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario