Apoyé mis manos sobre el colchón y,
poco a poco, mi cuerpo se iba alzando haciendo que el papel
misterioso bajase hasta llegar a mi piernas. Cuando ya estaba
totalmente incorporada, decidí investigarlo. Lo toqué con
desconfianza, porque los papeles ajenos me suelen dar grima ya que
han pasado por manos de muchas personas. Entonces, descubrí que era
rectangular y muy fino. Era de color amarillo pardo y tenía
dibujadas una pirámide egipcia y un león.
-¡Un billete egipcio!-exclamé sin
poder evitar mi sorpresa.
Lo guardé en el monedero pero no
tardé ni diez segundos en sacarlo para poder saber más cosas de él.
¿Quién lo había tenido? ¿Cómo había llegado a mi casa, a mis
manos? Todo me parecía realmente misterioso, pero no pensé en el
por qué de nada, simplemente me dejé llevar porque soy de las que
piensan que de ahí surgen las mejores situaciones.
Empecé a pensar en lo muchísimo que
me gustaría viajar. Poder ir a Alemania y estar horas y horas frente
a la catedral de Worms. Permitirme el lujo de ir a Agra, en India,
para ver el Taj Mahal. O estar en Egipto y ser consciente de la
belleza de la pirámide de Giza.
Me fascinó creer que el billete que
ahora mismo tenía en mi manos podría haber estado allí, en manos
de otra persona que pudo cumplir aquello que me gustaría llevar a
cabo. Tras imaginarme todo un mundo diferente y nuevo al mío,
recordé que el billete procedía de la ventana de mi habitación.
Así que decidí asomarme y no había nada.
-“¿Qué esperabas?”-dijo mi
subconsciente con tono de burla.
Y tenía toda la razón, una ráfaga
de viento le trajo aquí, sin destino ni por algún motivo,
simplemente suerte. Entré de nuevo a la habitación y antes de meterme en la cama, sonó un ruido fuera. Me metí el billete en el
bolsillo trasero de mis pantalones y me asomé a la ventana que daba
al patio de luz.
-¡Búh!-Sonó de repente.
-¡Ey!, ¿Qué tal te va todo?-le dije
a mi vecino.
-¿Te ha gustado?-me preguntó con una
sonrisa en sus labios.
-¿Has..has...has sido tú?-le comenté
perpleja.”
Y dos años después, cuando tuvimos
ahorrado el dinero suficiente, nos fuimos juntos y solos a Egipto. Y
allí, invertí el billete regalado en...
-¡Cariño!, muéstrale el...-pero
antes de acabar, su dedo ya nos señalaba.
-Anillo. El mismo que tiene tu madre
en su dedo. Porque fue así como conseguí llamar su atención y
conquistarla.
Y esta, hija mía, es una de las
muchas historias que tu padre me regaló.
Sus quiere desde clase de informática, Naomi.
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