26 de abril de 2013

Egipto en mí.

“Estaba intentando dormir, tumbada en la cama mirando hacia arriba apreciando la bandera que hay en mi techo, cuando algo hizo que abandonase mis pensamientos para regresar al mundo, a la vida. Era un trozo de papel que entró por la ventana como si fuese llevado por alguien, parecía tener vida propia. Pensé que se iba a parar justo encima del escritorio, pero no fue así. Una fuerte ráfaga de aire le dio un pequeño empujón y lo depositó sobre mi vientre. Entonces pensé si realmente quería levantarme y, aunque no era lo que más me apetecía en esos momentos, lo hice. Lo hice porque, como todos sabemos, la curiosidad mató al gato.
Apoyé mis manos sobre el colchón y, poco a poco, mi cuerpo se iba alzando haciendo que el papel misterioso bajase hasta llegar a mi piernas. Cuando ya estaba totalmente incorporada, decidí investigarlo. Lo toqué con desconfianza, porque los papeles ajenos me suelen dar grima ya que han pasado por manos de muchas personas. Entonces, descubrí que era rectangular y muy fino. Era de color amarillo pardo y tenía dibujadas una pirámide egipcia y un león.
-¡Un billete egipcio!-exclamé sin poder evitar mi sorpresa.
Lo guardé en el monedero pero no tardé ni diez segundos en sacarlo para poder saber más cosas de él. ¿Quién lo había tenido? ¿Cómo había llegado a mi casa, a mis manos? Todo me parecía realmente misterioso, pero no pensé en el por qué de nada, simplemente me dejé llevar porque soy de las que piensan que de ahí surgen las mejores situaciones.
Empecé a pensar en lo muchísimo que me gustaría viajar. Poder ir a Alemania y estar horas y horas frente a la catedral de Worms. Permitirme el lujo de ir a Agra, en India, para ver el Taj Mahal. O estar en Egipto y ser consciente de la belleza de la pirámide de Giza.
Me fascinó creer que el billete que ahora mismo tenía en mi manos podría haber estado allí, en manos de otra persona que pudo cumplir aquello que me gustaría llevar a cabo. Tras imaginarme todo un mundo diferente y nuevo al mío, recordé que el billete procedía de la ventana de mi habitación. Así que decidí asomarme y no había nada.
-“¿Qué esperabas?”-dijo mi subconsciente con tono de burla.
Y tenía toda la razón, una ráfaga de viento le trajo aquí, sin destino ni por algún motivo, simplemente suerte. Entré de nuevo a la habitación y antes de meterme en la cama, sonó un ruido fuera. Me metí el billete en el bolsillo trasero de mis pantalones y me asomé a la ventana que daba al patio de luz.
-¡Búh!-Sonó de repente.
-¡Ey!, ¿Qué tal te va todo?-le dije a mi vecino.
-¿Te ha gustado?-me preguntó con una sonrisa en sus labios.
-¿Has..has...has sido tú?-le comenté perpleja.”
Y dos años después, cuando tuvimos ahorrado el dinero suficiente, nos fuimos juntos y solos a Egipto. Y allí, invertí el billete regalado en...
-¡Cariño!, muéstrale el...-pero antes de acabar, su dedo ya nos señalaba.
-Anillo. El mismo que tiene tu madre en su dedo. Porque fue así como conseguí llamar su atención y conquistarla.
Y esta, hija mía, es una de las muchas historias que tu padre me regaló.

Sus quiere desde clase de informática, Naomi.

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