23 de enero de 2013

Sinética

        Una manada de gorilas llamada Magoralis, gobiernan una isla subterránea, y no se puede decir que sea una isla cualquiera, no es más ni menos que una maraca del tamaño de una montaña. Tras el paso de los años la vegetación la ha cubierto, impidiendo ver su aspecto original. A veces los terremotos azotan el lugar, lo que provoca un sonido musical en ellas, el cual hipnotiza a la manada.

         Un día, un pollo al que llamaban Pollozuelo, se aventuró a explorar los laberintos que comunicaban con su pozo. Dado que se había caído en él y no podía volver a subir. Pero a lo largo de su travesía, tuvo que tomar varias decisiones difíciles, como elegir entre un pasillo de chocolate o uno de turrón. Eso sí, el pollo al ser corto de entendimiento, no se preguntó siquiera por qué habían pasillos hechos de comida, simplemente elegía el que más le apetecía y mientras lo recorría, picoteaba el suelo a su paso y se decía a sí mismo: “ si no como ahora, quién sabe cuando volveré a comer”. Es decir, a travesó el laberinto guiado por su sentido del gusto, el cual, curiosamente le ayudó a encontrar la salida de él. Pollozuelo, en vez de alegrarse, se entristeció al pensar que ya no habría más caminos de comida. Lo que él no se esperaba cuando alzó la vista, era encontrarse con un lago de pintura con su monstruo del lago Ness. Un gusano de un kilómetro de  largo, con patas en forma de brazos humanos que utilizaba de remos, a primera vista. Parecía una golosina gigante, el sueño de todo pollo como Pollozuelo. No se lo pensó dos veces cuando el gusano se acercó a la orilla, dio un salto olímpico hacia él, y clavó su afilado pico en la aparente y deliciosa chuche gigante. Pobrecito de él, al descubrir que aunque era comestible, su piel era picante a un nivel inimaginable. Pollozuelo, salto al “agua” descubriendo en ese mismo momento que la pintura contenía somníferos que te hacía soñar con toda gama de colores. Cuando se despertó, se sintió tan pequeño rodeado de enormes gorilas peinados al estilo caniche, dándose tal susto que su pío se convirtió en un grito que enamoró a los gorilas por su musicalidad. Desde ese entonces, los Magoralis lo tomaron como su fetiche, lo mimaron y se sacrificaron por sus mandatos.

         Lo que ninguno sabía, era que en dicho sitio, el tiempo no existía, estaba parado como un reloj sin agujas. Y menos se imaginaba Pollozuelo, que mientras los gorilas-caniches le satisfacían sus deseos (sobre todo estomacales), su amiga la polla llamada Dura la Exploradora se encontraba llorando en el mismo lugar en el que había caído. Este pollo femenino era la prometida de Pollozuelo, y el mismo día de su desaparición era la celebración de la boda. Es verdad que el matrimonio era concertado, pero Dura la Exploradora se sentía atraída a Pollozuelo desde la primera vez que lo vio. Él se estaba columpiándose a la vez que intentaba comerse una miga de pan que había quedado entre sus dedos. Raro pero absolutamente romántico para ella.

         A diferencia de Pollozuelo, Dura no pensaba que camino tomar según el sabor, sino aprovechó que las paredes eran de comida y en cierto modo, frágiles, para hacerles boquetes en ellas con sus patitas. Por lo que rápidamente “encontró” la salida. Entonces, se vio al gusano-gominola y de un modo misterioso, la polla hizo que el gusano la llevara a la isla sin protestar.

Al llegar, vio a Pollozuelo acostado en una hamaca tomando el “sol” mientras dos gorilas le abanicaban con hojas de palmera y otro le ofrecía una bandeja con múltiples bebidas.  Dura se enfado tanto que empezó a piar y a piar dirigiéndose al pollo quien salto del susto al verla, a diferencia de los tres gorilas que se hipnotizaron por su gran belleza y habladuría musical.

Imaginaros lo que ocurrió después.

Los Magoralis, expulsaron de la isla Pollozuelo y proclamaron a Dura la Exploradora como su nuevo fetiche. El pollo femenino, no dudó en aceptar, como venganza a su ex prometido, por todo el sufrimiento causado. Tras eso, pasaron años y años, Dura ya cansada de su vida aburrida como fetiche escapó de la isla e intentó volver a su casa. Por el camino se encontró a Pollozuelo, que se había comido casi todo el laberinto, al verlo sus sentimientos amorosos volvieron en un visto y no visto. Cogió un trozo de turrón y se acerco a él y dijo: “Por este trozo de turrón, ¿prometes convertirte aquí y ahora en mi marido el gallo?” y Pollozuelo contesto: “Sí, lo prometo, mi gallina de turrón”.

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Este minicuentecito es una muestra de sinéctica, una forma de expresar originalidad combinando cosas que en sí mismas no tienen relación alguna.
Espero que haya sido de vuestro agrado,
un beso, Sandra!

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