15 de enero de 2013

Diario de una adolescente feliz.


Solo quedan dos días para que me operen. Supongo que debería estar preocupada, nerviosa…pero en lugar de eso, estoy preocupada porque no estoy preocupada. ¿Lo entendéis? No sé, es raro…
Tus amigos te visitan, tu familia te trata mejor que nunca y te regalan casi todo aquello que quieres (menos un unicornio de colorines…que estoy loca dicen…) La cosa parece que va bien, vaya. Pero entonces te ves en la camilla, y ahí no puedes hacer nada.
Todo va muy lento. Pones la televisión (que previamente has pagado), intentas verla pero entonces escuchas ruidos en el pasillo. Giro la cabeza, e intento ver quién es el afortunado que se marcha o el que lo será en un futuro pero que por ahora tiene residencia fija aquí. Y entonces veo a una niña. No llega a los 5 años.
-Cariño, tú no te pongas nerviosa, ¿vale? Mamá estará contigo siempre.
+Pero no quiero que me hagan nada…
Vi a una nena asustada, una niña que como yo estaba ahí sin quererlo. Se había caído por el columpio y eso dio lugar a un brazo roto. Entonces, me entraron unas ganas irrefrenables de llorar. No quería convertirme en una anciana de estas que están en el hospital, que se conocen todas sus esquinas y que dan consejos sobre la comida, o sobre los médicos…puf! Como las odio. Y canté. Solo podía hacer eso, teniendo en cuenta que no me podía mover de la camilla (ni siquiera para ir al aseo)  La nena, al escuchar mi voz, entró a la habitación y se quedó mirándome fijamente.
-¿Te sabes alguna canción?, le pregunté.
+Sí. Me gusta mucho la canción de Justin Bieber.
Me cago en la pena negra…¿de verdad tenía que cantar eso? Pues sí hamijos midos, lo hice. Pero no por mí, sino por esa niña. En cuánto acabé de cantar, esa pequeña cosita, esa nena que hace unos momentos estaba llorando…ahora sonreía. Y sonreía de una forma muy natural e inocente.
Justo entonces apagué la televisión. ¿Para qué la quería?¿Para despistarme de la dulzura que desprendía esa  pequeña criatura?
-Gracias-me dijo la niña.
+No me las des, ya que estamos aquí intentemos pasarlo bien. Me alegro de haberte sacado una sonrisa, por pequeña que sea.
-jajaja, eres muy simpática. Mañana vendré a verte.
+Espero que no, eso significará que ya estás buena, que te puedes ir a casa a jugar con tus muñecas.
Al día siguiente no venía nadie a mi habitación. Estaba feliz y triste a la vez porque la pequeña no venía. Ya no estaba conmigo en la habitación cantando.
Tenía pensado dormir la siesta, porque después de 7 horas en quirófano la gente se cansa y eso…Pero entonces, se me quitaron todas las ganas de  dormir. Allí estaba, Abril, la pequeña que ahora había conseguido sacarme a mí una gran sonrisa. Venía con su casita de muñecas dispuesta a compartirlas conmigo. Solo le puse una condición. No más Justin Bieber, por favor. La pequeña sonrió, se sonrojó y mirándome a los ojos me dijo: Lo que tú digas, amiga.

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