7 de noviembre de 2013

 Se apagan las luces poco a poco, baja el telón, final del primer acto. Empieza la acción, todo el mundo se mueve por el escenario cambiando la escena, moviendo los muebles, haciendo que todo parezca distinto a como estaba antes.

 Los protagonistas aclaran su voz, beben agua, cambian algo su vestimenta, tranquilos mientras el público comenta el primer acto, la sutileza del mensaje, la belleza de la actriz principal, la delicadeza de la joven promesa y la grandiosa puesta en escena de ese teatro único que estrena su primera obra.

 Todo está dispuesto para que dé comienzo el segundo acto, se abre el telón y suena una música suave, una melodía calmada e inexpresiva de cualquier modo interpretable. Los actores van saliendo a escena poco a poco, todos menos ella, la bella protagonista ha desaparecido. El tiempo pasa, la acción transcurre y no vuelve a escena, ni volverá. Ya no es su obra, ahora es la joven muchacha con talento la que lleva el papel principal ante el asombro de los espectadores que se miran extrañados ante el cambio de ruta.

 –Se comenta que la actriz ha decidido dejar la obra abruptamente – dijo un caballero de bigote prominente – ¡Qué desvergonzada muchacha!

 –Muy desconsiderado, sin duda – añadió una señora que parecía empeñada en quitar el protagonismo al espectáculo.

 –¿Es eso cierto? – añadió un caballero de la fila de delante.

 Y así se fue dispersando por todo el teatro la historia de la bella y maleducada joven a cada vez más exagerada hasta el punto de decirse que había gritado a todos sus camaradas y salido a la calle profiriendo insultos a diestro y siniestro. Pero esto no había ocurrido así, ni mucho menos.

 La joven muchacha simplemente se había dado cuenta de que esa obra no le gustaba, ese teatro no la llenaba, quizá no era lo suficientemente bueno, grande o bonito para ella, quién sabe. Lo realmente relevante es que había dejado el teatro, no importa cómo ni porqué, solo el hecho de querer cambiar de obra, de compañeros, de espacio, pero nadie la juzga, solo la extrañan en silencio .

 Probablemente hayan más actrices, muchos más personajes cambiantes que rodearan a la joven y talentosa muchacha que dejará de ser joven pero nunca talentosa. Ella no abandonará ese teatro nunca, su casa, su público, no lo hará porque en realidad ella es la protagonista de la historia, y ese gran teatro, que un día estrenó una obra con una bella muchacha en el papel principal, es su vida.


A todos aquellos actores que han participado en mi vida,

Gracias 

3 de julio de 2013

Solo una, entre tantas

Suspira. Da un paso al frente y la besa con fuerza.
Ella sonríe no muy convencida.
Él no lo nota, le devuelve la sonrisa y piensa que está enamorado.
Ella se gira y vuelve a casa rápido.
Él la sigue con la mirada, con algo de superioridad.
Ella cierra la puerta, sube a su habitación, se tira en la cama y cierra los ojos.
Él vuelve a suspirar.
Ella se queda dormida en la cama hecha, sin quitarse la ropa ni el maquillaje.
Él decide moverse después de un buen rato mirando el portal esperando a que ella baje con la maleta hecha.
Ella duerme.
Él vuelve a casa, se desviste, se pone cómodo, se hace la cena y se sienta en el sofá a ver la televisión.
Ella duerme.
Él piensa en ella.
Ella duerme.
Él la extraña.
Ella duerme.
Él quiere saber qué está haciendo y la llama.
Ella contesta al teléfono medio dormida.
Él habla.
Ella escucha.
Él le dice que la echa de menos.
Ella se ríe, miente y le dice que ella a él también. Le da las buenas noches, cuelga y vuelve a dormir.

Él la vuelve a llamar, ahora quiere una comida a solas.
Ella tiene planes.
Él intenta parecer distraído y le propone otro día para su plan.
Ella está ocupada.
Él se pone nervioso y le grita.
Ella no responde.
Él se disculpa.
Ella ignora lo ocurrido.

Él lleva esperando un mes una llamada suya, está enfadado.
Ella actualiza las redes sociales cada día, siempre alegre, como es ella.
Él ve sus fotos y siente envidia de la gente que sonríe junto a ella.

Ella lo ve un sábado por la noche, se esconde detrás de sus amigas. Ya no sonríe.
Él la busca como cada sábado por la noche por encima de las cabezas de la discoteca.
Ella consigue evitarlo ese sábado.

Él sigue buscándola por Internet.
Ella lo ha bloqueado.
Él ha conseguido seguir sabiendo lo que hace.
Ella lo ignoraba al principio pero ahora está asustada.

Él la encuentra paseando a su perro y se acerca rápidamente.
Ella pone excusas estúpidas sin mirarlo a los ojos.
Él la golpea.
Ella cae al suelo y empieza a sollozar.
Él se marcha enfadado dándole una patada a un cubo de basura.


Está asustada y él lo sabe. Lo ha rechazado públicamente y él lo sabe. Ha salido con otros chicos y él lo sabe. Se mudó por su culpa y él lo sabe. Se siente importante en su vida por hacerle cambiar tantas cosas, por robarle la sonrisa, por hacerla seria, por hacerla temblar cada vez que está sola, porque sabe que sueña con él y porque tiene una marca en su cuerpo hecha por él aunque sabe que la marca más importante es la que le ha hecho por dentro. Porque solo un machote como él puede hacerle eso a ella.


27 de mayo de 2013

La mía

Dos amantes a cualquier hora, en cualquier lugar, solo necesito verte o recordarte para necesitarte. Solo oírte. Tu tacto perfecto, fino, hace que mis dedos disfruten recorriendo tu cuerpo, lentamente, saboreando cada centímetro como si fuera el último. Desde la parte más alta de ti, bajo lentamente, cuidadosamente, cierro los ojos.
Llego a tu cuerpo, lo que esperaba, eternidad ha pasado ante mis ojos, y te acaricio, por cada rincón, cada fibra de ti es cubierta por mis manos, y tu cintura, estrecha, perfecta. Te abrazo, te acerco a mí y la distancia que nos separaba desaparece.
Cerca, muy cerca. Te acaricio. Suave. Cantas. Te golpeo. Gritas.
Tus cuerdas se unen a mi voz y prometemos juntas palabras.
Porque pase lo que pase, cantemos a quién cantemos, cantamos juntas.
Tu música me reconforta, me hace sentir fuerte, grande, me protege. Lo que digo bajo ella solo lo escuchamos tú y yo. Gritos, lamentos, suspiros. Tú que conoces mis secretos, que me conoces a mí, que me vigilas desde un rincón de la habitación, mirando todo lo que pasa en mi vida, tú que me perdonas si te ignoro durante semanas, tú que me recibes afinada cada vez que necesito desahogarme, tú... tú eres la mía, mi guitarra.



26 de abril de 2013

Egipto en mí.

“Estaba intentando dormir, tumbada en la cama mirando hacia arriba apreciando la bandera que hay en mi techo, cuando algo hizo que abandonase mis pensamientos para regresar al mundo, a la vida. Era un trozo de papel que entró por la ventana como si fuese llevado por alguien, parecía tener vida propia. Pensé que se iba a parar justo encima del escritorio, pero no fue así. Una fuerte ráfaga de aire le dio un pequeño empujón y lo depositó sobre mi vientre. Entonces pensé si realmente quería levantarme y, aunque no era lo que más me apetecía en esos momentos, lo hice. Lo hice porque, como todos sabemos, la curiosidad mató al gato.
Apoyé mis manos sobre el colchón y, poco a poco, mi cuerpo se iba alzando haciendo que el papel misterioso bajase hasta llegar a mi piernas. Cuando ya estaba totalmente incorporada, decidí investigarlo. Lo toqué con desconfianza, porque los papeles ajenos me suelen dar grima ya que han pasado por manos de muchas personas. Entonces, descubrí que era rectangular y muy fino. Era de color amarillo pardo y tenía dibujadas una pirámide egipcia y un león.
-¡Un billete egipcio!-exclamé sin poder evitar mi sorpresa.
Lo guardé en el monedero pero no tardé ni diez segundos en sacarlo para poder saber más cosas de él. ¿Quién lo había tenido? ¿Cómo había llegado a mi casa, a mis manos? Todo me parecía realmente misterioso, pero no pensé en el por qué de nada, simplemente me dejé llevar porque soy de las que piensan que de ahí surgen las mejores situaciones.
Empecé a pensar en lo muchísimo que me gustaría viajar. Poder ir a Alemania y estar horas y horas frente a la catedral de Worms. Permitirme el lujo de ir a Agra, en India, para ver el Taj Mahal. O estar en Egipto y ser consciente de la belleza de la pirámide de Giza.
Me fascinó creer que el billete que ahora mismo tenía en mi manos podría haber estado allí, en manos de otra persona que pudo cumplir aquello que me gustaría llevar a cabo. Tras imaginarme todo un mundo diferente y nuevo al mío, recordé que el billete procedía de la ventana de mi habitación. Así que decidí asomarme y no había nada.
-“¿Qué esperabas?”-dijo mi subconsciente con tono de burla.
Y tenía toda la razón, una ráfaga de viento le trajo aquí, sin destino ni por algún motivo, simplemente suerte. Entré de nuevo a la habitación y antes de meterme en la cama, sonó un ruido fuera. Me metí el billete en el bolsillo trasero de mis pantalones y me asomé a la ventana que daba al patio de luz.
-¡Búh!-Sonó de repente.
-¡Ey!, ¿Qué tal te va todo?-le dije a mi vecino.
-¿Te ha gustado?-me preguntó con una sonrisa en sus labios.
-¿Has..has...has sido tú?-le comenté perpleja.”
Y dos años después, cuando tuvimos ahorrado el dinero suficiente, nos fuimos juntos y solos a Egipto. Y allí, invertí el billete regalado en...
-¡Cariño!, muéstrale el...-pero antes de acabar, su dedo ya nos señalaba.
-Anillo. El mismo que tiene tu madre en su dedo. Porque fue así como conseguí llamar su atención y conquistarla.
Y esta, hija mía, es una de las muchas historias que tu padre me regaló.

Sus quiere desde clase de informática, Naomi.

14 de abril de 2013

Las tapas de un best-seller


 Una chica que admiraba el talento de Bécquer, que envidiaba las bucólicas escenas de Garcilaso de la Vega, que amaba a los personajes de Tamara Mckinley. Una joven que soñaba con viajar, conocer, descubrir e indagar, y que vivía admirando, envidiando y amando libros en lugar de escribir su propio best-seller.

Un día, al volver de la universidad, encontró una extraña carta en su escritorio, un sobre pulcro aunque algo mojado que se cerró con cariño desde un lugar borrado por el agua. Ella entró al comedor y preguntó por el sobre a su madre que, medio dormida, le dijo que lo había encontrado en el buzón. Volvió a su cuarto, cerró la puerta, cogió el sobre y se sentó en la cama. Lo observó con atención. Estaba hinchado por el contenido o quizá era por culpa del agua pero le inquietó profundamente lo que pudiera contener. Lo abrió con un cariño especial, temerosa de estropear lo que había dentro, humedecido también por el agua.

Al abrir el sobre una pequeña sonrisa iluminó su cara. Dentro del sobre en mal estado, perfectamente colocados para sorprender a la persona que abriera aquella carta, folletos, guías, postales y fotografías de los lugares más hermosos tanto para la vista como para el alma. Además, una serie de tarjetas escritas con una letra redonda, bonita, rápida pero precisa. Una fecha, un país, una ciudad. Otra fecha, otro país, otra ciudad. Fechas que distaban desde dos días a dos semanas. Algunas despertaban más su curiosidad, subrayadas con fosforescente rosa resultaban peculiares al resto.

Se fijó en la primera fecha: 15 de junio de 2016. España. Madrid. El Retiro. La siguiente fecha era un día después y parecía ser el inicio de un viaje por todo el mundo. Destinos ricos, pobres, famosos, desconocidos, antiguos, modernos... de todo. Ella sabía de quién era, reconocería esa letra solo con ver el cariño con el que estaba escrita cada grafía, recordaba esa fecha como una promesa, ese sitio como un pacto, lo recordaba todo y por eso sonreía.

En medio de una carrera, en mitad de la construcción de su vida iba a marchar, iba a escapar y a escribir por fin la historia con la que soñó tanto tiempo. Su propio best-seller con personajes a los que amar y entre los cuales por fin aparecería ella. Viajaría a conocer todo lo que se puede conocer, incluso a sí misma. Después de 21 años, al fin sería ella, volvía a despertar aquella joven alocada de los 18 años con sueños y principios, aquella muchacha que soñaba con ayudar a la gente y lograr hacer de este mundo un lugar más justo. Solo tres años habían bastado para hacer olvidar sus sueños, aparcar sus principios y dar paso a una chica apática que distaba mucho de la apasionada joven dispuesta a equivocarse y hacer locuras que había sido.

Miró el calendario, estaba lleno de tachones negros y rojos de los exámenes hechos y por hacer. 2 de junio. El 15 destacaba con un asterisco rápido y preciso, nada especial para que no llamara la atención ajena, aunque para ella llevaba un cartel luminoso. Nunca pensó que llegaría a recibir esa carta. Nunca pensó que se iba a atrever a hacer la maleta, coger sus ahorros y marchar a Madrid. Pero mentiría si dijese que no lo deseaba con todas sus fuerzas. Al fin.

Iniciaron un viaje, a todos los países de la lista, tal y como estaba programado, como estaba escrito en las tarjetas que venían en el sobre y que guardaba con un cariño desmesurado. Llevaban dos semanas viajando cuando se dio cuenta de que seguía desconociendo el motivo de subrayar Tailandia y Ecuador, de marcar con un rosa fosforescente Qatar, Uruguay, India, Egipto, Rusia u Omán. Países preciosos, pero, en algunos casos que tampoco destacaban entre el resto de destinos fascinantes. La intrigaba, pero no lo suficiente como para impedirle dormir o disfrutar de ese sueño hecho realidad.

El tiempo se difuminó, las tarjetas desaparecieron aunque ella las recordaba al detalle de tanto mirarlas. Quizá llevaban un mes recorriendo el mundo, quizá seis, el tiempo llevaba otro ritmo a su lado. Quizá un año o una semana, pero a quién le importa, solo rezaba por que durara para siempre. Pero no lo hizo. Llegó el día en el que debían tomar un vuelo de vuelta a Madrid.

Regresaron a la capital, sus ojos no sabían si llorar o reír. Todo había acabado, pero se sentía afortunada de que hubiera empezado. Así que sonrió con los ojos llorosos y se abrazaron. “Hablamos pronto”. Pero no se apartaron, siguieron abrazándose hasta que llegó el tren. Hasta que tuvo que subir y volver a la rutina, sonriendo como una idiota, pensando en ese viaje a cada segundo. Ese viaje digno de formar parte de su best-seller.


14/04/2013