Un día íbamos las tres paseando
tranquilamente por un parque, cuando la desalmada de Naomi se separó
del grupo y decidió robar a un niño una pelota por la que, la
verdad sea dicha, merecía la pena llegar hasta donde llegamos.
Y bien, la situación fue la siguiente.
Naomi se acercó al muchacho de la pelota y le pidió de malas
maneras y quizá amenazando un poquitititititito de nada, su balón. El caso es
que el muchacho se negó y antes de darnos cuenta se giró y empezó a gritar. A los diez
segundos estábamos rodeadas por cinco muchachos.
Seis canis armados, tres chicas
indefensas y un balón.
Naomi, en vez de tomar la inteligente
opción de tragarse su orgullo, pedir disculpas y no jugarse nuestra
vida por una pelota, hizo algo todavía más inteligente...
"¡¡CORRED!!" Cogió la pelota del chaval y corrió para
escapar del corro de canis cargados de armas blancas, que por otra
parte lo de blancas es como irrelevante ¿no? Qué más me da el
color del arma si me va a matar, y al señor que decide el color de
las cosas, que sepa que no son blancas, más bien grises. A no ser
que sean de los chinos o las típicas de ninja.
Bueno me centro, por donde íbamos...
¡Ah sí! Alguien estaba a punto de morir...
Uno de los muchachos intentó darle
alcance con una navaja pero Naomi con su increíble flexibilidad
evitó la hoja. Una lástima que la pelota no tuviera tantos reflejos
y acabara convirtiéndose en una pelota rajada.
Por otra parte, nosotras seguimos vivas
(gracias por preguntar), conseguimos escapar después de haber gritado
"¡¿esos no son los de Camela?!", todos giraron la cabeza
y ya, pues nos escondimos en un arbusto que había al lado. Cuando se
dieron cuenta de que habíamos huido, se sacaron las camisetas y se
fueron.
Sandra y yo salimos del arbusto y nos
reunimos las tres con el balón causante de toda nuestra desdicha. Así, lo
primero que escuché después de esquivar a la muerte fue un "¿no
olían a porro?".
Después de todo, la pelota rajada se
convirtió en un balón absorbido o de rugby que nos deja una gran
historia que contar a nuestros hijos, nietos y... a vosotros,
queridos lectores.
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