Dos amantes a cualquier hora, en
cualquier lugar, solo necesito verte o recordarte para necesitarte.
Solo oírte. Tu tacto perfecto, fino, hace que mis dedos disfruten
recorriendo tu cuerpo, lentamente, saboreando cada centímetro como
si fuera el último. Desde la parte más alta de ti, bajo lentamente,
cuidadosamente, cierro los ojos.
Llego a tu cuerpo, lo que esperaba,
eternidad ha pasado ante mis ojos, y te acaricio, por cada rincón,
cada fibra de ti es cubierta por mis manos, y tu cintura, estrecha,
perfecta. Te abrazo, te acerco a mí y la distancia que nos separaba
desaparece.
Cerca, muy cerca. Te acaricio. Suave.
Cantas. Te golpeo. Gritas.
Tus cuerdas se unen a mi voz y
prometemos juntas palabras.
Porque pase lo que pase, cantemos a
quién cantemos, cantamos juntas.
Tu música me reconforta, me hace
sentir fuerte, grande, me protege. Lo que digo bajo ella solo lo
escuchamos tú y yo. Gritos, lamentos, suspiros. Tú que conoces mis
secretos, que me conoces a mí, que me vigilas desde un rincón de la
habitación, mirando todo lo que pasa en mi vida, tú que me perdonas
si te ignoro durante semanas, tú que me recibes afinada cada vez que
necesito desahogarme, tú... tú eres la mía, mi guitarra.